Había una vez una casa. Era una casa linda y muy grande, muy pero muy grande. ENORME era la casa.
Tan pero tan grande que en ella vivían tres elefantes, dos jirafas, un canguro,
cinco sapos, un gallo, diez gallinas y un huevo de gallina.
Y además un gigante que, como era tan grande, vivía en el jardín.
Los días en que brillaba el sol, el gigante era un gigante bueno.
Se ponía un sombrero rojo y salía a regar las flores.
Y después todos comían torta y se iban a jugar al gallito ciego.
Pero los días en que el cielo estaba lleno de nubes y se ponía a llover, el gigante se ponía malo, muy malo, malísimo y gruñía GRGRGRGRGRGR y los elefantes y las jirafas y el canguro y los sapos y el gallo y las gallinas salían corriendo, muertos de miedo y el gigante pisaba el sombrero, arrancaba las flores y los perseguía por todo el jardín.
Un día como otros días de sol, se nubló, el cielo se puso oscuro y empezaron a caer gotas.
-¡Socorro!- gritaron los animales y salieron corriendo.
-¡Sálvese quien pueda!- gritaban todos mientras escapaban.
Bueno, todos no. El huevo de gallina no se quiso ir.
En una de ésas ustedes piensan que eso no puede ser porque no hay huevos caprichosos.
¡Pero sí! Porque este huevo ya no era solamente un huevo. Ahora era mucho más que un huevo.
Era un pollito.
Y un pollito muy valiente porque, en cuanto nació, se subió a un banquito y dijo:
-No hay derecho a que el gigante nos corra y nos gruña cada vez que llueve.
-¡Bravo! El pollito tiene razón- dijeron los animales.
-Pero…¡pero el gigante es muy grande!
Y se fueron y dejaron al pollito muy solo, muy solito.
¡TUM! ¡TUM! Resonaban los pasos del gigante por el jardín.
Y se oían los gruñidos GRGRGRGRGRGRGR
El pollito, de pie en el banquito, esperaba con los ojos cerrados,
(porque era un pollito valiente, pero igual tenía miedo).
-¿Qué hacés acá, pollito?- rugió el gigante- ¿No sabés que llueve y yo estoy malo?
-Es cierto, está lloviendo- dijo el pollito-. Si querés te presto mi paraguas.
Y al gigante le dio tanta risa que se le pasó la rabia.
Y, cuando se le pasó la rabia, pudo ponerse a pensar.
Y pensó que un paraguas era un gran invento para los días de lluvia.
Ahora, cuando el sol se nubla, y el cielo se pone oscuro y empiezan a caer
las primeras gotas, el gigante abre su gran paragua y los invita a todos a jugar al truco,
pero siempre gana el pollito.