jueves, 26 de noviembre de 2020

El cuento de hoy

¡EL CUENTO DE HOY! ¡¡¡ A DISFRUTARLO!!!
Historia de pajarito remendado. Gustavo Roldán.

El árbol era como una fiesta de cantos y colores. Docenas, cientos, miles de pajaritos de toda clase se juntaban para ensayar sus canciones apenas amanecía. Y entonces el día parecía más lleno de luz y el monte se vestía de fiesta.
Ahí estaban todos los pajaritos. Estaba el tordo pico blanco y la calandria, la torcacita y el cardenal, el siete colores y la viudita, la cotorrita verde y el hornero, la tijereta y el picaflor.
Estaban todos y también estaba Pajarito Remendado.
Y aquí comienza la historia porque, al fin y al cabo, ésta es la historia de Pajarito Remendado.
Se llamaba así desde que una tarde, peleándolo, la urraca le gritó:
- Cra cre cri, Pajarito Remendado, cri cro cru.
Y así le quedó el nombre para siempre, porque sus plumas de distintos colores parecían los remiendos de un traje viejo.
Ese día en que el árbol era como una fiesta de colores, Pajarito Remendado se posó en la rama más alta. Y ahí, mientras silbaba a todo silbar, pasó un aguilucho y, rápido como rugido de sapo, cayó sobre Pajarito Remendado y se lo llevó por los aires.
- Ya tengo comida para mis pichones -pensó contento el aguilucho, con el pajarito apretado en el pico.
- ¡Se llevan a Pajarito Remendado! ¡Se lo lleva el aguilucho! -gritaban los pájaros desde las ramas.
- ¡Se lo lleva el aguilucho! -gritaba el tordo.
- ¡El aguilucho se lo lleva! -gritaba la paloma.
- ¡Que lo suelte, que lo suelte! -gritaba la calandria.
Muerto de miedo, Pajarito Remendado pensó que se acercaba su hora, pero los gritos le dieron una idea.
- ¡Que lo suelte, que lo suelte! -seguían gritando todos.
- Señor aguilucho -dijo Pajarito Remendado-, mire qué pájaros meteretes.
El aguilucho siguió volando, pero miró con curiosidad el árbol lleno de gritos.
- Sí señor aguilucho, no puede ser que se metan en los problemas ajenos.
- ¡Qué lo suelte! ¡Qué lo suelte! -seguían los gritos.
- ¡Esto no puede ser! -dijo Pajarito Remendado- ¡Dígales que qué les importa!
- ¡Qué les importa! -gritó el aguilucho abriendo grande el pico.
Pero cuando terminó de hablar se encontró con el pico vacío, y vio a lo lejos que Pajarito Remendado se escapaba, riéndose a más no poder. Se escapaba, todavía un poco muerto de miedo, pero un mucho muerto de risa.

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lunes, 16 de noviembre de 2020

El cuento de hoy

  La galera del dentista

de Silvia Schujer

Tito Molares era el dentista del barrio; un vecino al que nadie quería. O mejor dicho: al que nadie quería visitar.

Y es que uno llegaba a su consultorio y no solo tenía que abrir la boca como una palangana, sino, además, soportar que le metiera aparatos raros entre los dientes. Sopletes, cucharones, pinzas, taladros. En fin.

Para entonces, la imagen que todos tenían del dentista era la de un ogro. Quizá por eso, cuando alguno en la escuela se portaba mal, en vez de ponerlo en penitencia, lo amenazaban con mandarlo a lo de Tito.

Por supuesto, ninguno quería que se le cayera un diente. Y mucho menos reírse demasiado: a ver si todavía le descubrían una caries.

¡Pobre Molares! Al hombre le dolía muchísimo lo que pensaban de él. Estaba harto de que lo vieran como un monstruo, así que un buen día decidió cambiar. Se tomó unas vacaciones, se puso a estudiar magia, se recibió de mago, practicó a solas sus trucos y, una vez que se sintió seguro, volvió a abrir su consultorio.

Cuando entró el primer paciente, se quedó estupefacto. La boca se le abrió sola de la sorpresa. Y es que, en vez de recibirlo con su habitual delantal blanco, Tito apareció vestido con una capa negra y un pantalón rojo brillante.

 eso no fue todo: para curarlo, le introdujo una pinza en la boca, dijo unas palabras mágicas y, al instante, además de una muela, le extrajo una perinola.

Desde ese día, cada vez que el doctor Molares mete algún instrumento en la boca de un paciente, lo saca con un regalito (al instrumento, no al paciente). Y ese regalito puede ser un dado, un caramelo, un boleto para entrar gratis al cine o quién sabe qué.

Desde entonces, además, la gente va al dentista mucho más seguido. Y deja que Tito les revise tranquilo los dientes. Todos se aguantan mejor las molestias –y hasta las olvidan–, porque mientras el doctor para curarlos usa el soplete, el taladro o alguna pinza, tanto unos como otros tratan de adivinar qué sorpresa les saldrá de la boca.

Y así están las cosas ahora. Con los vecinos sonrientes y su dentista también. Nunca falta algún desubicado que trate de averiguar cómo Tito hace lo que hace. Pero eso nunca podrá descubrirse porque, como es sabido, los trucos de un mago son siempre secretos.






miércoles, 11 de noviembre de 2020

EL CUENTO DE HOY

 “El surubí y el mar” de Adela Basch

Una vez, en un lugar llamado Yacuarebí, se reunieron muchos animales. Uno de ellos dijo así:

–A las palabras se las lleva el viento. ¿Qué les parece si nos encontramos todos los días para contarnos cuentos? Así después el viento se los puede llevar para que anden de lugar en lugar.

El mono fue el que habló así. Y enseguida todos le contestaron:

–¡Sí!

–Yo cuento primero –dijo un tucán que se había puesto un sombrero–. Y todos se sentaron a su alrededor, bastante cerca, para escuchar mejor.


Las palabras empezaron a salir de la boca del tucán, y llegaban a los oídos de todos.

Hubo una vez un surubí que vivía cerca de aquí, en un río llamado Lunces, que como todos los ríos, era de agua dulce.

Un día el surubí fue a visitar a su tío el patí, que vivía bastante lejos y ya se iba poniendo viejo.

Y se enteró de que más allá del Lunces había otro río, muy grande según le dijo su tío.

También supo que ese río tan grande desembocaba en una extensión de agua que le resultaba inimaginable. Se llamaba mar y ocupaba muchísimo, muchísimo lugar. Y además, no era agua dulce como la que él conocía. Era agua salada con olas gigantescas que siempre se movían. Y había muchos peces de distintas formas y colores y barcos que no andaban a remo sino con motores.

El surubí sintió un gran deseo de conocer el mar, algo que para él era totalmente nuevo. Pero apenas se lo comentó a sus amigos, le dijeron que mejor se quitara esa idea de la cabeza, porque nunca iba a poder realizar semejante proeza.

–Nosotros estamos acostumbrados al agua dulce –le dijo la boga–.
No podemos vivir en agua salada. Si te vas al mar, no vas a durar nada.

–El agua salada debe ser horrible –dijo el bagre–. Me parece que es más fea que el vinagre.

–Debe ser cuestión de costumbre –dijo el surubí–. Si es buena para otros peces, ¿por qué no puede serlo para mí?

–Pero nosotros somos peces de agua dulce y siempre vivimos en el Lunces –dijo el dorado–. ¿Creés que es posible habituarse a otro mundo en solo unos segundos?

–Yo tengo un gran deseo de conocer el mar –dijo el surubí–. Debe ser algo muy hermoso, y yo nunca lo vi.

Después, estuvo pensando unos cuantos días. Y finalmente tuvo una idea que le hizo sentir mucha alegría. Le pidió a un marinero que había conocido en la primavera que le llevara toda la sal que pudiera. Se fue a una parte del río donde se había formado un canal, y allí desparramó la sal.

Todos los días iba un rato a las aguas del canal, que ahora eran saladas, se sumergía en ellas y nadaba. Hasta que se acostumbró a estar el día entero, sin que el gusto de la sal le resultara feo.

Entonces sintió que ya estaba preparado. Y un poco un día; y otro poco el siguiente, llegó hasta el mar a nado. Y fue muy feliz de conocer un mundo diferente.



martes, 10 de noviembre de 2020

Día de la tradición 4° A, B y C

 "DÍA DE LA TRADICIÓN"

Con 4to A, B y C estuvimos trabajando acerca del Día de la Tradición. Los/as niños/as y sus familias compartieron las actividades, comidas y gustos que en sus familias son tradicionales.



























Día de la tradición

 En el Día de la Tradición compartimos esta poesía:


¿QUÉ ES TRADICIÓN?


Tradición es compartir

unos mates con amigos

y jugar a la pelota,

a la tarde, los domingos.


Tradición son los fideos

que me cocina la abuela,

desayunar té con leche

antes de ir a la escuela.


Tradición es el asado

como lo hace mi tío,

cuando un día de verano

me lleva a pescar al río.


Tradición es festejar

el cumpleaños en mi casa,

ir con mi bici a pasear

los domingos por la plaza.


Tradición es cada rito

que ayuda a formar tu historia;

tus lugares, tus momentos,

tus creencias, tu memoria.


            Patricia Fitti




lunes, 2 de noviembre de 2020

EL CUENTO DE HOY

“Carta de Drácula a su Tía”

 de Ema Wolf

“Querida tía Brucolaca:

¡Cuánta razón tenían vos y el tío Malmuerto cuando me decían que nunca me asomara de día fuera del castillo!
Te cuento:
El jueves puse el despertador a las doce de la noche, como siempre, y sonó a las doce del mediodía.
¡Qué desgracia!
Un rayo de sol me dio en plena cara y cuando quise acordarme, me había llenado de pecas.
¡Sí, tía! Oíste bien: ¡PECAS!
Es común que eso le pase a los mortales. Pero, como te imaginarás, es terrible para la gente como uno.
Ahora los muchachos se ríen y me gastan. Boris, Vampirofredo y el Bebe Colmillo no quieren salir más conmigo de noche. Dicen que soy un quemo.
Por favor, titíta: mandame ciento veinte pomos de Pecasín y una crema para la napia que se me peló un poco.
No te demores. Voy a quedarme encerrado hasta que recupere mi saludable color verdoso.
Un beso de tu sobrino que te adora,
Drácula”

Arte de ilustración: Jorge Sanzol
El cuento forma parte del libro “Los imposibles” de Ema Wolf, publicado en 1988 en la Colección “Pan Flauta”, de Primera Sudamericana, en Buenos Aires. El libro está conformado por diez cuentos donde el humor y el absurdo predominan.