¡EL CUENTO DE HOY! ¡¡¡ A DISFRUTARLO!!!
Historia de pajarito remendado. Gustavo Roldán.
El árbol era como una fiesta de cantos y colores. Docenas, cientos, miles de pajaritos de toda clase se juntaban para ensayar sus canciones apenas amanecía. Y entonces el día parecía más lleno de luz y el monte se vestía de fiesta.
Ahí estaban todos los pajaritos. Estaba el tordo pico blanco y la calandria, la torcacita y el cardenal, el siete colores y la viudita, la cotorrita verde y el hornero, la tijereta y el picaflor.
Estaban todos y también estaba Pajarito Remendado.
Y aquí comienza la historia porque, al fin y al cabo, ésta es la historia de Pajarito Remendado.
Se llamaba así desde que una tarde, peleándolo, la urraca le gritó:
- Cra cre cri, Pajarito Remendado, cri cro cru.
Y así le quedó el nombre para siempre, porque sus plumas de distintos colores parecían los remiendos de un traje viejo.
Ese día en que el árbol era como una fiesta de colores, Pajarito Remendado se posó en la rama más alta. Y ahí, mientras silbaba a todo silbar, pasó un aguilucho y, rápido como rugido de sapo, cayó sobre Pajarito Remendado y se lo llevó por los aires.
- Ya tengo comida para mis pichones -pensó contento el aguilucho, con el pajarito apretado en el pico.
- ¡Se llevan a Pajarito Remendado! ¡Se lo lleva el aguilucho! -gritaban los pájaros desde las ramas.
- ¡Se lo lleva el aguilucho! -gritaba el tordo.
- ¡El aguilucho se lo lleva! -gritaba la paloma.
- ¡Que lo suelte, que lo suelte! -gritaba la calandria.
Muerto de miedo, Pajarito Remendado pensó que se acercaba su hora, pero los gritos le dieron una idea.
- ¡Que lo suelte, que lo suelte! -seguían gritando todos.
- Señor aguilucho -dijo Pajarito Remendado-, mire qué pájaros meteretes.
El aguilucho siguió volando, pero miró con curiosidad el árbol lleno de gritos.
- Sí señor aguilucho, no puede ser que se metan en los problemas ajenos.
- ¡Qué lo suelte! ¡Qué lo suelte! -seguían los gritos.
- ¡Esto no puede ser! -dijo Pajarito Remendado- ¡Dígales que qué les importa!
- ¡Qué les importa! -gritó el aguilucho abriendo grande el pico.
Pero cuando terminó de hablar se encontró con el pico vacío, y vio a lo lejos que Pajarito Remendado se escapaba, riéndose a más no poder. Se escapaba, todavía un poco muerto de miedo, pero un mucho muerto de risa.