martes, 15 de diciembre de 2020

El cuento de hoy

 EL PARAGUAS DEL MAGO 
Autora: Graciela Montes
Ilustradora: Ana Sanfelippo

HABÍA UNA VEZ UN MAGO QUE, EN LUGAR DE VARITA MÁGICA, TENÍA UN PARAGUAS.

ERA UN PARAGUAS ROJO Y VERDE, MUY GRANDE Y MUY HERMOSO.

 —QUEREMOS CARAMELOS —DECÍAN LOS CHICOS.

—¡ABRAPARAGUAS! —DECÍA EL MAGO.

Y DEL PARAGUAS CAÍAN LOS CARAMELOS MÁS RICOS DEL MUNDO.

 —ME GUSTARÍA PODER COMPRARLE UNAS FLORES A MI NOVIA —DECÍA UN MUCHACHO.

—¡ABRAPARAGUAS! —DECÍA EL MAGO.

Y DEL PARAGUAS CAÍAN FLORES DE TODOS COLORES.

 —¡CÓMO ME GUSTARÍA TENER UN CACHORRITO! —DECÍA UNA NENA

—¡ABRAPARAGUAS! —DECÍA EL MAGO.

Y DEL PARAGUAS CAÍAN CACHORRITOS QUE ENSEGUIDA EMPEZABAN A MOVER LA COLA.

 —¡QUÉ GANAS DE COMER SANDÍA! —DECÍA UNA FAMILIA.

—¡ABRAPARAGUAS! —DECÍA EL MAGO.

Y DEL PARAGUAS ABIERTO CAÍAN SANDÍAS ENORMES Y DULCES.

 UN DÍA EL PAÍS DEL MAGO SE SECÓ.

HACÍA MUCHÍSIMO CALOR, TANTO QUE LAS FLORES SE MARCHITARON...

...Y SE ACHICHARRARON LAS SANDÍAS...

...Y LOS CACHORRITOS SE MORÍAN DE SED.

—¡QUE LLUEVA! ¡QUE LLUEVA! —PEDÍAN TODOS.

—ABRAPARAGUAS! —DIJO ENTONCES EL MAGO.

Y EMPEZÓ A LLOVER Y A LLOVER PERO... ¡DEBAJO DEL PARAGUAS!

 Y EL MAGO FUE POR ACÁ Y POR ALLÁ, LLOVIENDO CON SU PARAGUAS.

Y, POR DONDE ÉL PASABA, CRECÍAN LAS FLORES.

Y LAS SANDÍAS SE PONÍAN GORDAS.

 Y LOS CHICOS DECÍAN:

—¡OIA! ¡UN PARAGUAS QUE LLUEVE!

 



FIN

lunes, 14 de diciembre de 2020

EL CUENTO DE HOY


           LA OVEJA 99 DE EMA WOLF

 

Para poder dormirse, Matilde se puso a contar ovejas. Dentro de su cabeza se figuró un cerco de alambre tendido en el medio del campo. 

Las ovejas empezaron a saltar por encima del alambre. Todas en orden, como deportistas entrenadas.

—Una, dos, tres, cuatro —las contó Matilde. Eran blancas y espumosas. Igualitas. Olímpicas. Saltaban sin equivocarse.

 —Cuarenta y dos, cuarenta y tres —seguía contando Matilde y bostezaba. Hasta que algo pasó y fue a causa de la oveja 99. Cuando le tocó el turno de saltar, se paró a tomar impulso. Estaba un poco gorda. No era nada ágil.

Las ovejas que venían detrás se la llevaron por delante y perdieron el ritmo.

—¡Dale, saltá! —le dijeron.

Ella se puso nerviosa.

—¡No puedo!

Las otras protestaron.

—¡Eso te pasa por comer tanta pasta frola!

—¡Cuánto más me digan, menos voy a saltar! —se encaprichó la 99.

Después empezó con que no iba a saltar porque no se le antojaba, no porque no pudiera. Las ovejas discutieron a los gritos. Unas se pusieron de su parte, otras dijeron que era una arruinatodo. Entre dos le hicieron pie para que cruzara pero terminaron todas en el suelo.

Después quisieron pasarla empujándola por el pompis, pero les dio tanta risa que la soltaron. No había caso. No podían con ella.

 Entonces una oveja fue a buscar ayuda o algo. Encontró una grúa de las que se usan en el campo para apilar bolsas de maíz.

¡Eso iba a servir!

Volvió donde estaban las otras, manejando la grúa a lo loco. Y así fue como la cruzaron: en grúa. A la 99 le encantó. Se balanceaba en el aire como un piano. Las demás aplaudían y gritaban.

Sólo que con tanto escándalo Matilde se desveló y tuvo que empezar a contar de nuevo.

—Uno, dos, tres...

Pero se le hizo largo y se durmió recién al amanecer: todas las demás ovejas quisieron cruzar el cerco en grúa.



FIN


 

viernes, 11 de diciembre de 2020

EL CUENTO DE HOY

 Las arvejas de Etelvina

  de Ema Wolf

   Ilustraciones: Matias Trillo.


Etelvina está pelando arvejas.

Con paciencia, abre las vainas una por una.

De adentro saca tres, cuatro, a veces cinco pelotitas verdes.

Las echará en el guiso, naturalmente.

Llega a la vaina número cincuenta y siete. La abre.

¡Oh! ¡Las arvejas no están!

Se fija bien. Revisa todos los rincones de la vaina. No, no están.

Pero dejaron un cartel. Por la letra, tiene que ser de ellas. Dice: “Nos fuimos a un baile de disfraces. Volvemos tarde”.

Etelvina está muy disgustada. Nunca le pasó una cosa así en la mitad de un guiso.

Ahora no le queda más remedio que esperarlas. Por culpa de ellas el guiso demorará.

La espera se hace larga. Cabecea sentada en una silla dura.

Como a medianoche abre otra vez la vaina. Las arvejas han vuelto y duermen a pata suelta.

Etelvina grita.

Una está disfrazada de mosca, otra de corcho y otra de pelo.

Imposible echarlas en la olla. ¡Le arruinarían el guiso!

Etelvina piensa que con esas arvejas no se puede. Mañana le presentará las quejas al verdulero.

                                FIN










jueves, 10 de diciembre de 2020

10 de diciembre

 DIA INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS  HUMANOS

En este día se recuerda la Declaración Universal de los Derechos Humanos formulada por la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948.

 La declaración proclama que todos los seres humanos "nacen libres e iguales en dignidad y en derechos", que todos tienen derecho a un nivel de vida "adecuado para la salud y el bienestar" de ellos y de sus familias en lo que respecta a "la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios", y que es deber de los Estados promover y proteger estos derechos así como las libertades fundamentales.



 


miércoles, 9 de diciembre de 2020

EL CUENTO DE HOY

 

Filotea de Ema Wolf

Filotea tenía que tomar una decisión importante.

- ¿Me tiro o no me tiro?
Miró para abajo.
-¡Gggg! ¡Me da vértigo!
Volvió a mirar.
-¡Gggggggggg!
Se dijo a sí misma: “Filotea, coraje.”
Juntó las manos, cerró los ojos, apretó la respiración, tomó impulso y… no se tiró.
-¿Qué hago?
Se puso rodilleras, muñequeras, zapatos de corcho, un almohadón en el traste.
-Ahí voy. Un, dos, trr…
No fue.
-¡Es tan alto! ¿Y si me estrello? Necesito más protección.
Se puso un chaleco neumático, un casco, un paracaídas en la espalda. Lo último fueron las antiparras.
Entonces sí: pegó envión y zzzzzzzz cayó planeando sobre la vereda sin romperse nada.
Las hojas como Filotea siempre exageran un poco, pero al final, en el otoño, se animan y zzzzzzzz caen.




jueves, 26 de noviembre de 2020

El cuento de hoy

¡EL CUENTO DE HOY! ¡¡¡ A DISFRUTARLO!!!
Historia de pajarito remendado. Gustavo Roldán.

El árbol era como una fiesta de cantos y colores. Docenas, cientos, miles de pajaritos de toda clase se juntaban para ensayar sus canciones apenas amanecía. Y entonces el día parecía más lleno de luz y el monte se vestía de fiesta.
Ahí estaban todos los pajaritos. Estaba el tordo pico blanco y la calandria, la torcacita y el cardenal, el siete colores y la viudita, la cotorrita verde y el hornero, la tijereta y el picaflor.
Estaban todos y también estaba Pajarito Remendado.
Y aquí comienza la historia porque, al fin y al cabo, ésta es la historia de Pajarito Remendado.
Se llamaba así desde que una tarde, peleándolo, la urraca le gritó:
- Cra cre cri, Pajarito Remendado, cri cro cru.
Y así le quedó el nombre para siempre, porque sus plumas de distintos colores parecían los remiendos de un traje viejo.
Ese día en que el árbol era como una fiesta de colores, Pajarito Remendado se posó en la rama más alta. Y ahí, mientras silbaba a todo silbar, pasó un aguilucho y, rápido como rugido de sapo, cayó sobre Pajarito Remendado y se lo llevó por los aires.
- Ya tengo comida para mis pichones -pensó contento el aguilucho, con el pajarito apretado en el pico.
- ¡Se llevan a Pajarito Remendado! ¡Se lo lleva el aguilucho! -gritaban los pájaros desde las ramas.
- ¡Se lo lleva el aguilucho! -gritaba el tordo.
- ¡El aguilucho se lo lleva! -gritaba la paloma.
- ¡Que lo suelte, que lo suelte! -gritaba la calandria.
Muerto de miedo, Pajarito Remendado pensó que se acercaba su hora, pero los gritos le dieron una idea.
- ¡Que lo suelte, que lo suelte! -seguían gritando todos.
- Señor aguilucho -dijo Pajarito Remendado-, mire qué pájaros meteretes.
El aguilucho siguió volando, pero miró con curiosidad el árbol lleno de gritos.
- Sí señor aguilucho, no puede ser que se metan en los problemas ajenos.
- ¡Qué lo suelte! ¡Qué lo suelte! -seguían los gritos.
- ¡Esto no puede ser! -dijo Pajarito Remendado- ¡Dígales que qué les importa!
- ¡Qué les importa! -gritó el aguilucho abriendo grande el pico.
Pero cuando terminó de hablar se encontró con el pico vacío, y vio a lo lejos que Pajarito Remendado se escapaba, riéndose a más no poder. Se escapaba, todavía un poco muerto de miedo, pero un mucho muerto de risa.

 No hay ninguna descripción de la foto disponible.

 

 

lunes, 16 de noviembre de 2020

El cuento de hoy

  La galera del dentista

de Silvia Schujer

Tito Molares era el dentista del barrio; un vecino al que nadie quería. O mejor dicho: al que nadie quería visitar.

Y es que uno llegaba a su consultorio y no solo tenía que abrir la boca como una palangana, sino, además, soportar que le metiera aparatos raros entre los dientes. Sopletes, cucharones, pinzas, taladros. En fin.

Para entonces, la imagen que todos tenían del dentista era la de un ogro. Quizá por eso, cuando alguno en la escuela se portaba mal, en vez de ponerlo en penitencia, lo amenazaban con mandarlo a lo de Tito.

Por supuesto, ninguno quería que se le cayera un diente. Y mucho menos reírse demasiado: a ver si todavía le descubrían una caries.

¡Pobre Molares! Al hombre le dolía muchísimo lo que pensaban de él. Estaba harto de que lo vieran como un monstruo, así que un buen día decidió cambiar. Se tomó unas vacaciones, se puso a estudiar magia, se recibió de mago, practicó a solas sus trucos y, una vez que se sintió seguro, volvió a abrir su consultorio.

Cuando entró el primer paciente, se quedó estupefacto. La boca se le abrió sola de la sorpresa. Y es que, en vez de recibirlo con su habitual delantal blanco, Tito apareció vestido con una capa negra y un pantalón rojo brillante.

 eso no fue todo: para curarlo, le introdujo una pinza en la boca, dijo unas palabras mágicas y, al instante, además de una muela, le extrajo una perinola.

Desde ese día, cada vez que el doctor Molares mete algún instrumento en la boca de un paciente, lo saca con un regalito (al instrumento, no al paciente). Y ese regalito puede ser un dado, un caramelo, un boleto para entrar gratis al cine o quién sabe qué.

Desde entonces, además, la gente va al dentista mucho más seguido. Y deja que Tito les revise tranquilo los dientes. Todos se aguantan mejor las molestias –y hasta las olvidan–, porque mientras el doctor para curarlos usa el soplete, el taladro o alguna pinza, tanto unos como otros tratan de adivinar qué sorpresa les saldrá de la boca.

Y así están las cosas ahora. Con los vecinos sonrientes y su dentista también. Nunca falta algún desubicado que trate de averiguar cómo Tito hace lo que hace. Pero eso nunca podrá descubrirse porque, como es sabido, los trucos de un mago son siempre secretos.






miércoles, 11 de noviembre de 2020

EL CUENTO DE HOY

 “El surubí y el mar” de Adela Basch

Una vez, en un lugar llamado Yacuarebí, se reunieron muchos animales. Uno de ellos dijo así:

–A las palabras se las lleva el viento. ¿Qué les parece si nos encontramos todos los días para contarnos cuentos? Así después el viento se los puede llevar para que anden de lugar en lugar.

El mono fue el que habló así. Y enseguida todos le contestaron:

–¡Sí!

–Yo cuento primero –dijo un tucán que se había puesto un sombrero–. Y todos se sentaron a su alrededor, bastante cerca, para escuchar mejor.


Las palabras empezaron a salir de la boca del tucán, y llegaban a los oídos de todos.

Hubo una vez un surubí que vivía cerca de aquí, en un río llamado Lunces, que como todos los ríos, era de agua dulce.

Un día el surubí fue a visitar a su tío el patí, que vivía bastante lejos y ya se iba poniendo viejo.

Y se enteró de que más allá del Lunces había otro río, muy grande según le dijo su tío.

También supo que ese río tan grande desembocaba en una extensión de agua que le resultaba inimaginable. Se llamaba mar y ocupaba muchísimo, muchísimo lugar. Y además, no era agua dulce como la que él conocía. Era agua salada con olas gigantescas que siempre se movían. Y había muchos peces de distintas formas y colores y barcos que no andaban a remo sino con motores.

El surubí sintió un gran deseo de conocer el mar, algo que para él era totalmente nuevo. Pero apenas se lo comentó a sus amigos, le dijeron que mejor se quitara esa idea de la cabeza, porque nunca iba a poder realizar semejante proeza.

–Nosotros estamos acostumbrados al agua dulce –le dijo la boga–.
No podemos vivir en agua salada. Si te vas al mar, no vas a durar nada.

–El agua salada debe ser horrible –dijo el bagre–. Me parece que es más fea que el vinagre.

–Debe ser cuestión de costumbre –dijo el surubí–. Si es buena para otros peces, ¿por qué no puede serlo para mí?

–Pero nosotros somos peces de agua dulce y siempre vivimos en el Lunces –dijo el dorado–. ¿Creés que es posible habituarse a otro mundo en solo unos segundos?

–Yo tengo un gran deseo de conocer el mar –dijo el surubí–. Debe ser algo muy hermoso, y yo nunca lo vi.

Después, estuvo pensando unos cuantos días. Y finalmente tuvo una idea que le hizo sentir mucha alegría. Le pidió a un marinero que había conocido en la primavera que le llevara toda la sal que pudiera. Se fue a una parte del río donde se había formado un canal, y allí desparramó la sal.

Todos los días iba un rato a las aguas del canal, que ahora eran saladas, se sumergía en ellas y nadaba. Hasta que se acostumbró a estar el día entero, sin que el gusto de la sal le resultara feo.

Entonces sintió que ya estaba preparado. Y un poco un día; y otro poco el siguiente, llegó hasta el mar a nado. Y fue muy feliz de conocer un mundo diferente.



martes, 10 de noviembre de 2020

Día de la tradición 4° A, B y C

 "DÍA DE LA TRADICIÓN"

Con 4to A, B y C estuvimos trabajando acerca del Día de la Tradición. Los/as niños/as y sus familias compartieron las actividades, comidas y gustos que en sus familias son tradicionales.



























Día de la tradición

 En el Día de la Tradición compartimos esta poesía:


¿QUÉ ES TRADICIÓN?


Tradición es compartir

unos mates con amigos

y jugar a la pelota,

a la tarde, los domingos.


Tradición son los fideos

que me cocina la abuela,

desayunar té con leche

antes de ir a la escuela.


Tradición es el asado

como lo hace mi tío,

cuando un día de verano

me lleva a pescar al río.


Tradición es festejar

el cumpleaños en mi casa,

ir con mi bici a pasear

los domingos por la plaza.


Tradición es cada rito

que ayuda a formar tu historia;

tus lugares, tus momentos,

tus creencias, tu memoria.


            Patricia Fitti