miércoles, 28 de octubre de 2020

EL CUENTO DE HOY

“Cuello duro” 

de Elsa Isabel Bornemann.


— ¡Aaay! ¡No puedo mover el cuello! -gritó de repente la jirafa Caledonia.
Y era cierto: no podía moverlo ni para un costado ni para el otro; ni hacia adelante ni hacia atrás… Su larguísimo cuello parecía almidonado.
Caledonia se puso a llorar. Sus lágrimas cayeron sobre una flor. Sobre la flor estaba sentada una abejita.
— ¡Llueve! -exclamó la abejita. Y miró hacia arriba.
Entonces vio a la jirafa.
— ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás llorando? 
— ¡Buaaa! ¡No puedo mover el cuello!
— Quédate tranquila. Iré a buscar a la doctora doña vaca.
Y la abejita salió volando hacia el consultorio de la vaca.
Justo en ese momento, la vaca estaba durmiendo sobre la camilla. Al llegar a su consultorio, la abejita se le paró en la oreja y -Bsss… Bsss… Bsss… —le contó lo que le pasaba a la jirafa.
— ¡Por fin una que se enferma! -dijo la vaca, desperezándose-. Enseguida voy a curarla.
Entonces se puso su delantal y su gorrito blanco y fue a la casa de la jirafa, caminando como sonámbula sobre sus tacos altos.
— Hay que darle masajes —aseguró más tarde, cuando vio a la jirafa—. Pero yo sola no puedo. Necesito ayuda. Su cuello es muy largo.
— Entonces bostezó: -¡Muuuuuuaaa!— y llamó al burrito.
Justo en ese momento, el burrito estaba lavándose los dientes. Sin tragar el agua del buche debido al apuro, se subió en dos patas arriba de la vaca.
— ¡Pero todavía sobraba mucho cuello para masajear!
— Nosotros dos solos no podemos -dijo la vaca.
Entonces, el burrito hizo gárgaras y así llamó al cordero.
Justo en ese momento, el cordero estaba mascando un chicle de pastito.
Casi ahogado por salir corriendo, se subió en dos patas arriba del burrito.
¡Pero todavía sobraba mucho cuello para masajear!
— Nosotros tres solos no podemos -dijo la vaca.
Entonces, el cordero tosió y así llamó al perro.
Justo en ese momento, el perro estaba saboreando su cuarta copa de sidra.
Bebiéndola rapidito, se subió en dos patas arriba del cordero.
¡Pero todavía sobraba mucho cuello para masajear!
— Nosotros cuatro solos no podemos -dijo la vaca.
Entonces, al perro le dio hipo y así llamó a la gata.
Justo en ese momento, la gata estaba oliendo un perfume de pimienta. Con la nariz llena de cosquillas, se subió en dos patas arriba del perro.
— ¡Pero todavía sobraba mucho cuello para masajear!
— Nosotros cinco solos no podemos -dijo la vaca.
Entonces, la gata estornudó y así llamó a don Conejo.
Justo en ese momento, don conejo estaba jugando a los dados con su coneja y sus conejitos.
Por eso se apareció con la familia entera: su esposa y los veinticuatro hijitos en fila. Y todos ellos se treparon ligerito, saltando de la vaca al burrito, del burrito al cordero, del cordero al perro y del perro a la gata. Después, don Conejo se acomodó en dos patas arriba de la gata.
Y sobre don conejo se acomodó su señora, y más arriba también -uno encima del otro- los veinticuatro conejitos.
— ¡Ahora sí que podemos empezar con los masajes! -gritó la vaca-. ¿Están listos muchachos?
— ¡Sí, doctora! -contestaron los treinta animalitos al mismo tiempo.
— ¡A la una… a las dos… y a las tres!
Y todos juntos comenzaron a masajear el cuello de la jirafa Caledonia al compás de una zamba, porque la vaca dijo que la música también era un buen remedio para curar dolores.
Y así fue como -al rato- la jirafa pudo mover su larguísimo cuello otra vez.
— ¡Gracias, amigos! -les dijo contenta-. Ya pueden bajarse todos.

Pero, no señor. Ninguno se movió de su lugar. Les gustaba mucho ser equilibristas. Y entonces -tal como estaban, uno encima del otro- la vaca los fue llevando a cada uno a su casa.
Claro que los primeros que tuvieron que bajarse fueron los conejitos, para que los demás no perdieran el equilibrio…
Después se bajó la gata; más adelante el perro; luego el cordero y por último el burro.
Y la doctora vaca volvió a su consultorio, caminando muy oronda sobre sus tacos altos. Pero ni bien llegó, se quitó los zapatos, el delantal y el gorrito blanco y se echó a dormir sobre la camilla. ¡Estaba cansadísima!


lunes, 26 de octubre de 2020

jueves, 22 de octubre de 2020

La lectura de hoy

 "Para dormir a una vaquita"

🐞
✒ María Cristina Ramos
"Duerma la vaquita
de la primavera,
que trepa las hojas
de la enredadera.
Verdes son las hojas,
verde la escalera,
por si cae rodando,
por si se cayera.
Por si se cayera
en una vereda
que lleva a la puerta,
la puerta de afuera,
la que da a la calle,
la que da al jardín
adonde florece
la flor del jazmín,
que tiene una hamaca
que nadie tejiera
con agua de sueño,
con agua viajera,
para la vaquita
de la primavera."
María Cristina Ramos
En La casa del aire.
Ilustración: Hannah Williams




martes, 20 de octubre de 2020

12 de octubre

 Producciones 3°A

"Día del respeto a la Diversidad Cultural"




















El cuento de hoy

 “Lluvias eran las de antes”

⛈ 🌧
✒de Gustavo Roldán
"¡Qué manera de llover! –dijo el mono.
-¿Llover? Ja –dijo el sapo-, no me haga reir m´hijo. Lluvias eran las de antes.
-¿Sí, don sapo?
-Si sabrá de lluvias este sapo. Figúrese que yo supe estar en el diluvio universal
-¿En el diluvio universal?
-Y en otro montón de diluvios.
-Cuente, don sapo; ¿cómo eran las lluvias de antes?
-Los que andaban tristes eran los tigres. Apenas veían una nubecita en el cielo y ya corrían a esconderse.
-Entonces los tigres de ahora son más valientes.
¿Tigres de ahora? Ja. No me haga reír. Tigres eran los de antes.
-¡Pero le tenían miedo a la lluvia!
-¿Miedo? Qué iban a tener miedo. Es que llovía tan fuerte que se les borraban las manchas. ¡Si sabrá de tigres este sapo!
-¿Y usted andaba en medio de los tigres?
-¿En medio? No, m´hijito. En medio no. Arriba de los tigres, domándolos. Fui el mejor domador de tigres de mi época.
-¿Y no lo asustaban los rugidos?
-¿Rugidos? ¡Quién les habrá enseñado a rugir sino este sapo!
Y eso que rugidos eran los de antes. ¡Qué manera de rugir! Parecía que era el fin del mundo ¡Qué tiempos los de antes!
-Me dan envidia, don sapo. Pero ésta es también una época peligrosa.
-¿Peligrosa? Peligros eran los de antes. Pero toda gente valiente. Y más los sapos. Este mundo ha cambiado, m´hijo.
Un ruido de hojas y de ramas quebradas se oyó entre los árboles, y el sapo, de un salto, se zambulló en la laguna.
-Eh, don sapo –dijo el mono-, no dispare que es sólo un tigre.
El sapo asomó los ojos en medio de la laguna y contestó:
-¿No le dije que el mundo está cambiando? ¡Sapos eran los de antes!"
En “El monte era una fiesta”, libro de cuentos publicado en la colección “Libros del Malabarista” de Ediciones Colihue por primera vez en 1984.



lunes, 19 de octubre de 2020

Así trabajó 3°A


👇 AL CIERRE DE NUESTRO RECORRIDO LITERARIO, HISTORIAS MONSTRUOSAS, NOS DIVERTIMOS CREANDO NUESTROS  MONSTRUOS. "SOMBRAS MONSTRUOSAS"
3° A srta Luján.